Todos los humanos somos seres sexuados, desde que nacemos hasta que morimos. No existen diferentes sexualidades, sino que es una sola: la sexualidad humana, la cual tiene características o manifestaciones particulares según las etapas o circunstancias de la vida por las que una persona se encuentre (Schorn, 2004).
La vivencia de este proceso es necesaria e inevitable en todo ser humano. Una persona en situación de discapacidad, no por encontrarse en una situación y/o estado distinto, se escapa de este proceso. Al igual que toda persona, de acuerdo como se haya estructurado su identidad infantil, dejará marcas en su ámbito psicológico, más allá del corporal (Schorn, 2004). En este sentido, la consolidación de la identidad desde la niñez y adolescencia, contribuye al logro de la identidad adulta, y estructura finalmente el cómo seremos y nos comportaremos a lo largo de la vida
Hablar de sexualidad y de discapacidad, resulta muchas veces complejo, debido a la cantidad de prejuicios y tabúes con respecto a dicha temática. Para poder comprender la sexualidad de las personas en situación de discapacidad es necesario poder desmitificar el tema brindando información adecuada que permita derribar los mitos y prejuicios que existen con respecto a ésta.
Para este propósito, la sexualidad se entiende por tanto, como una energía vital, intransferible, inherente al ser humano, y que se expresa en todo lo que la persona hace como parte integrante de su personalidad (Schorn, 2004).
Existen muchos mitos en torno a la sexualidad de las personas en situación de discapacidad. En muchos casos se sigue pensando que son personas asexuadas, que no presentan intereses, apetencias, deseos sexuales. En otros casos, se considera que sus impulsos sexuales no pueden controlarlos, por lo tanto hay que reprimirlos. Añadidos a estos mitos, hay que sumar los miedos, en algunos casos, de los padres. Miedos a posibles abusos, miedo a un embarazo no deseado o a una enfermedad de transmisión sexual, miedo a un enamoramiento. Todo ello inmerso en un mar de dudas ante como planear su educación.
Las personas en situación de discapacidad también tienen sexualidad, mejor dicho, también son personas sexuadas y como tales:
Tienen intereses, apetencias y deseos, y lo manifiestan a través de comportamientos sexuales (besos, caricias, miradas, etc).
Tienen la capacidad de enamorarse, de sentirse atraídos y atractivos para otra persona.
Su cuerpo tiene capacidad de sentir y de excitarse.
Apoyar el desarrollo adecuado de la sexualidad en personas en situación de discapacidad se puede lograr de diferentes maneras y favoreciendo ciertas acciones:
Para terminar, es importante tener presente que el concepto de equiparación de oportunidades y de integración es cada vez más frecuente en diversos ámbitos profesionales. Es la aceptación y comprensión del otro en su forma integral, lo que nos permitirá favorecer el desarrollo psicológico sano de los jóvenes y adultos (Schorn, 2004).
RECORDEMOS SIEMPRE: Las personas en situación de discapacidad tienen las mismas preguntas e inquietudes que aquellos que no, por lo cual se les debe escuchar y brindar la oportunidad de atender a sus necesidades y demandas.
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